Tienes vida. Me atrevo a expresar una afirmación tan fuerte porque estás leyendo esto y no hay cabida para la duda. Estás viviendo. Tus pulmones están respirando sin tu permiso, sin control, mientras tú depositas tu atención sobre estas líneas. Tu corazón late solo, es autónomo. No te necesita. Tú no has enseñado a tu organismo a funcionar, funciona desde antes de que tuvieras un nombre y desde antes de que fueras consciente de tu existencia. ¿No es maravilloso que nuestro cuerpo funcione sin nosotros y que podamos dirigir nuestra atención o invertir nuestra energía en otras cosas?
Pero volvamos al hecho de que esta mañana has despertado y de que continuas aquí, entre nosotros, con vida. ¿No te parece ese suficiente motivo para llamar a la sensación de felicidad y que se siente ahí contigo, a tu lado?
¿Qué esperas para ser feliz? ¡Ah! Déjame pensar, quizás hoy algo ha fallado o quizás no has logrado todavía tu objetivo y estás esperando a conseguirlo para ser feliz. Claro, porque el hecho de que sigas con vida y tengas la oportunidad de volver a ver a la persona que amas una vez más, volver a hablar con tus padres, reír con tus amigas, ver un atardecer, un amanecer o una hoja caer no es suficiente para que seas feliz.
¡Qué inconformismo el del ser humano! ¡Qué desfachatez! Pasamos la vida queriendo más, queriendo más de esto y más de aquello. Y un móvil mejor, un ordenador mejor, una casa mejor, una situación económica mejor, otro bolso, otro par de zapatos u otro pantalón. ¿Te hizo feliz la última compra que realizaste? En caso afirmativo: ¿cuánto duró esa felicidad que te trajo la compra? ¿Perduró? ¿Todavía te ilusiona?
Cada día, cuando despertamos, la vida nos ofrece el regalo más bonito que tiene para nosotros: el respirar. Y nosotros, que somos inconformes y ególatras, rechazamos ser felices por algo tan simple y buscamos complicarnos de alguna forma. La mente, que es la encargada de fabricar las preocupaciones, nos mira risueña y piensa «Como no te hagas consciente de mi actividad en el próximo minuto, voy a fabricar una preocupación o una nueva necesidad tan grande que vas a alucinar en colores, no vas a saber dónde meterte por las próximas 12 horas».
Todo muy normal. La mente haciendo lo que ella hace, pensar. Y tú haciendo lo que sueles hacer, ignorar.
¿Te has planteado en algún momento cómo sería tu actitud ante la vida si valorases más tu respirar que tu poder adquisitivo? ¿Qué pasaría si cada vez que tu mente construye una preocupación tú pudieras deconstruirla gentilmente? ¿Qué pasaría si sentir la más mínima gratitud por estar vivos nos fuese suficiente para acabar con todos nuestros problemas?
Ponemos mucho empeño en nuestra vida para llegar a sitios y, claro está, todo ese esfuerzo debemos hacerlo sin distracción alguna. Debemos ser efectivos en la consecución de nuestros objetivos porque de ello depende que seamos felices. Pero vuelvo a lo mismo, ¿la felicidad que te trajo graduarte del máster duró en el tiempo? ¿Y la felicidad de adelgazar 10 kg? ¿Y la felicidad de comprarte unas botas nuevas? ¿Y qué me dices de la felicidad que te trajo el último pintalabios que compraste? ¿Fue realmente felicidad?
Basta de esfuerzo. Basta de perseguir. Basta de querer llegar a algún lugar. Estás respirando, tienes vida, tienes dos minutos para ti y puedes experimentar la gratitud con tan solo mirar hacia arriba (cielo o techo) e inspirar profundamente. ¡No necesitas llegar a ningún lado para ser feliz!
No tienes que esperar a las próximas vacaciones, a bajar de peso, a que tus hijos se hagan mayores; tampoco tienes que esperar a avanzar un poco en tus asanas de yoga, ¡ni a enero del próximo año! Ni siquiera tienes que esperar al lunes que viene para comenzar con tu nuevo hábito de obviar todo eso que tu mente construye para entretenerse, ¡puedes experimentar la fortuna de estar vivo desde ahora mismo!
Hoy has podido saborear de nuevo el café. Puedes relacionarte con tus compañeros de trabajo, observar a los niños jugar en el parque, tumbarte en el césped y mirar al cielo. Puedes sentir la lluvia en tu cara, si está lloviendo, o el sol calentando tu piel, si hace sol. Puedes deshacerte de cosas que ya no utilizas y hacer espacio en tu casa. Puedes donar ropa y zapatos. Puedes comprar una planta y adoptarla en tu hogar. Puedes abrir las ventanas y ventilar. Puedes abrazar a la persona a la que amas. Puedes leer un libro. ¡Puedes no hacer nada! Puedes ser, porque sigues respirando mientras lees todo esto.
La vida no suele ser fácil, porque nosotros nos encargamos de complicarla. Detente, respira y agradece. ¿No es maravilloso que tu cuerpo siga vivo?
Que emocion leer estas linéas, me acaba de dar esperanzas. Muchas gracias
Gracias a ti, Rosine.
Lindísimo el post, me hace dar cuenta en cuánta cantidad de pavadas me pasan por la mente y me distraen de lo escencial. La verdad es muy esperanzador. Me encantoooo!
¡Gracias Silvana! Así es, estamos enfocados en la primera capa de la cebolla y no advertimos el corazón.
Este post es realmente maravilloso, escuchaba «Movimiento» de Drexler mientras te leía, ha sido una combinación muy linda, la sugiero.
Gracias por la honestidad de estas líneas, por contribuir a que podamos ser más conscientes de las cosas buenas que nos rodean, más agradecidos y más humanos.
Sigue escribiendo bonito y sintiendo a ese nivel!
Carol
¡Muchísimas gracias por tus palabras, Carol! Es un placer para mí el poder compartir mis reflexiones, conocimientos y experiencias. ¡Un saludo!
Me parece maravilloso lo que dices: valorar más mi respirar que mi poder adquisitivo. Para mi eso lo resume todo. Alejandra, preciosas palabras una vez más que nos hacen reflexionar y conectar con lo mejor de nosotras mismas.
Qué buen resumen has elegido. Ciertamente olvidamos el valor que tienen las cosas más importantes de la vida, que (dicho sea de paso) son gratuitas. El respirar, el amor, el contacto piel con piel con alguien a quien amamos, una buena siesta (jajaja), etc. Gracias por tomarte tu tiempo en leerme y por tus comentarios. ¡Lo valoro mucho!
¡Un abrazo!
ME ENCANTA!!