Un día una preciosa abuelita llamó a sus dos nietos pequeños y, cuando los niños estuvieron ya delante de ella, les dijo: «tengo un regalo para cada uno de vosotros, dependiendo de cómo os portéis os lo daré o no».
Acto seguido uno de ellos se fue y continuó su día con normalidad, portándose especialmente bien, pero sin llamar la atención; mientras que el otro comenzó a inquirir a su abuelita: «¿Qué es? ¿Por qué debería portarme bien si no sé qué me vas a dar? ¿Y si me esfuerzo y luego no es nada?»
La abuelita le dio una nueva oportunidad contestando: «No te puedo decir el regalo porque tu hermano ya no está presente y sería injusto para él, simplemente confía en mí.»
Lo que ella tenía preparado para ellos era una piedra y una peonza, aquel que se portase muy bien recibiría la peonza y el que no lo hiciera la piedra.
Así transcurrió el día, mientras uno actuaba tranquilo y confiado sabiendo que su abuelita le daría un regalo a final del día, el otro estuvo cada vez más nervioso y desconfiado. Los nervios le hicieron portarse mal en algunos momentos y excesivamente bien en otros, cuando se relajaba actuaba con normalidad y de pronto la ansiedad le hacía portarse muy mal; muchas veces se preguntó si estaría perdiendo su tiempo esperando un regalo que no conocía y que podía ser algo feo o inútil.
Al finalizar el día la abuelita llamó de nuevo a sus nietos y les entregó, como correspondía, la peonza al que confió y la piedra al que no confió.
El que recibió la peonza saltó de alegría, abrazó y besó a su abuelita, y comprobó como el trabajo y la fe tienen sus dulces frutos. El que recibió la piedra se enfadó, gritó y espetó a la abuelita que sabía que le estaba engañando, «¿para qué querría yo una piedra? Sabía que no debía esforzarme, no quiero para nada esta maldita piedra.»
La abuelita muy calmada le dijo: «Verás, tú tuviste la misma oportunidad que tu hermano de obtener la peonza, pero no confiaste en mí, ni en ti; la ansiedad y los nervios te han llevado a portarte mal y perder el control. La vida hará lo mismo contigo cuando seas mayor, de pronto sabrás que hay algo preparado para ti, pero no sabrás qué, sólo tu trabajo y tu fe te llevarán por el buen camino hasta lograr ese desconocido y maravilloso objetivo.»
El niño se puso muy triste y le dijo a su abuelita: «Pero ya nunca volveré a tener la oportunidad de ganar la peonza, aunque me porte bien a partir de ahora seguiré teniendo una piedra.»
La abuelita sintió de nuevo un amor inmeso y le dijo: «En efecto, la vida te ha dado una piedra por tus actos; pero ahora lo que tú hagas con esa piedra depende únicamente de ti. Esa peonza en particular ya no podrás tenerla, pero podrás tener otra, mejor o más bonita, o más sencilla si te apetece. Sólo tienes que guardar tu piedra y utilizarla en el momento preciso.»
El niño, con su lección aprendida, tomo la piedra y comenzó a llevarla consigo, la utilizó de martillo para hacer una cajita de madera, de pisapapeles, ató una cuerdita y mantuvo fresca su botella de agua dentro del río, y pronto pudo comprobar que, pese a que su hermano estaba muy feliz con su peonza, su piedra estaba haciendo cosas increíbles por él.
Finalmente un día su hermano le dijo: «¿Crees que pudieras prestarme la piedra? Se ve mucho más útil y divertida que la peonza.». A lo que el niño le contestó: «Nunca valorarías la piedra tanto como yo, tendrás que cometer tus propios errores y ganar tu propia piedra.»
Me encanto tu historia sencilla pero con un gran mensaje y es que la vida debe ser asi simple
Hola gracias por enviarme este hermoso cuento que deja un hermoso mensaje en la vida encontramos millones piedras que creemos que son tropiezos pero que nos han servido para aprender de ellas ppr eso no debemos ir por la vida quejándonos de lo que nos toca simplemente vivirla y tratar por todos los medios ser feliz asi se nos presenten inconvenientes y sobre todo disfrutar de la gente.
Gracias por existir
Muchísimas gracias por tus palabras, en efecto, todo ocurre porque algo debemos aprender. En caso contrario simplemente no nos ocurriría a nosotros. De nuevo, gracias por tus palabras y por visitar mi blog. Un saludo.
Encantada con el cuento. Y es muy cierto la vida está llena de aprendizajes y oportunidades y cada uno se nosotros tiene el poder de elegir
Tienes toda la razón, todos tenemos el poder de elegir, la dicha de acertar y el derecho a equivocarnos algunas veces. Muchísimas gracias por tu comentario. ¡Saludos!
Precioso cuento, así como su moraleja i en efecto es así, nosotros tenemos el control con nuestras decisiones. Siempre se aprende y evoluciona. Felicidades de mi parte a tu inspiracción, lo ha bordado.
Muchísimas gracias Eva, un placer con lectoras como tú. ¡Saludos!
Precioso…cuanta verdad en tus palabras y no cuando nos ocurre no sabemos verlo…mil gracias
Una de las cosas positivas que tiene el ser humano es poder sentir (y con intensidad), pero también es un handicap. La rabia, la envidia, la impaciencia… aunque menos positivas, ¡también son sensaciones! Gracias a ti, Esther.
Gracias por compartir muy hermoso, con muchas enseñanzas, lo disfrute
Gracias a ti, Fátima. Un placer contar de nuevo con tu presencia y comentarios. ¡Saludos!
Corto y sencillo pero con un bello mensaje. A veces dejamos que el estrés y los nervios se adueñen de nosotros, por lo que es importante aprender a confiar en nosotros mismos.
Muchísimas gracias por compartir 🙂
Que gran verdad, en efecto, la aceptación, la paciencia y la confianza es lo que nos puede mantener serenos en situaciones complicadas. ¡Gracias por tu comentario!