Índice
Intro.
Tomamos decisiones todos los días a todas horas, a menudo sin ser conscientes de ello.
Decidimos inconscientemente si levantarnos con la primera alarma o si la posponemos unos minutos más, decidimos qué desayunamos de entre todas las opciones que tenemos, decidimos qué ropa nos ponemos, decidimos si salimos de inmediato o un poco más tarde, decidimos si nos detenemos en una publicación de Instagram o si cerramos la aplicación cansados de tanta conectividad.
Decidimos cada respuesta que damos, cada minuto de más o de menos en la ducha. Decidimos las series que vemos, los planes de ocio que hacemos y hasta la hora de irnos a dormir.
Sin embargo, algo tienen determinadas decisiones que nos colocan en una encrucijada. Se nos atragantan. Se hacen bola. Nos paralizan. Nos obligan a darles mil vueltas.
¿Qué es? ¿Por qué posponer la alarma me cuesta tan poco y comprarme una falda me cuesta tanto? ¿Por qué comprar una falda cuesta tan poco y un libro cuesta tanto? ¿Por qué me resulta tan fácil gastar dinero en unas cosas y es tan difícil en otras?
Veamos qué son las decisiones, qué conceptos incluye, cuáles son los interruptores básicos que debemos activar, sus fases y qué podemos hacer para decidir de forma más efectiva.
¿Qué es una decisión?
Decidir es elegir una opción de entre las múltiples alternativas de respuesta que tiene una situación.
+ “Elegir” implica quedarse con una respuesta y desechar todas las demás.
+ “Alternativas” son todas las posibles respuestas que le podemos dar a algo.
+ “Situación” puede ser un problema que tenemos o un deseo que queremos cumplir.
¿Por qué unas decisiones se toman fácilmente y otras son más difíciles?
Las decisiones que tomamos más a menudo son más fáciles de tomar porque contamos con muchas experiencias que nos permiten predecir el resultado, cuestión muy, muy importante en esto de decidir.
Además, las elecciones que hacemos diariamente suelen ser de menor “importancia”, con menores riesgos y menores costes. Decidir qué fruta comes en un determinado momento puede no tener plantear, a priori, consecuencias de peso; sin embargo, comprar o no una casa es harina de otro costal.
Por otro lado, podemos encontrar diferencias en función de cada persona y de cuál sea la inversión a realizar. Algunas personas se lo piensan dos veces cuando la inversión es tiempo y lo tienen más fácil cuando se trata de dinero, o al revés. Otros pueden tener dificultad con aquellas decisiones que requieren de mucha energía, por ejemplo, tener que aprender nuevas habilidades o conocimientos, o aquellas que impliquen un gasto energético físico importante.
¿Cuáles son las fases de la toma de decisiones?
En mi opinión, la mayoría de las decisiones que parecen atragantarse en realidad ya están tomadas. Lo que ocurre es que tenemos miedo de ejecutar la elección que hemos hecho y alargamos la “toma de decisiones” buscando ganar tiempo antes de ponernos en marcha.
Esto es algo que observo mucho en las personas que se acercan a la web a buscar información sobre los procesos de coaching o las sesiones de psicoterapia.
Una persona que busca información sobre un proceso de ayuda ya ha decidido que quiere empezar a trabajar en sí misma, pero lo que encuentra en una primera búsqueda es una necesidad de invertir tiempo, dinero y energía que le sirve como excusa para “seguir mirando”.
Ese seguir mirando solo va a dificultar más la toma de decisiones, dará vueltas, la situación se hará más compleja, a lo mejor empeora ese problema que quiere resolver y finalmente elegirá lo que crea más conveniente para sí misma. Que a menudo es olvidar la idea del proceso de ayuda porque, si solo el tomar la decisión le ha removido tanto, cuando se ponga con ello a saber qué le va a pasar.
¡Y es normal! Nadie, nunca, en ningún momento de nuestra vida nos enseña esto que estás aprendiendo hoy: reconocer qué hay detrás de tomar una decisión y ser eficiente en la tarea de tomarla.
Si eres capaz de integrar esta información y llevarla a tu vida en el momento en que la necesites, tu experiencia en la toma de decisiones cambiará radicalmente. No digo que vaya a ser fácil, ni rápido, ni mágico; pero te prometo que poner consciencia en este punto hace que todo sea diferente.
Ahora vayamos con las fases:
Primera. A menudo no somos conscientes de esta primera fase, pero sin duda es importante reconocerla porque va a ser importante analizarla a la hora de decidir qué hacer.
Todo empieza con una situación que dispara la necesidad de tomar una decisión, supongamos que es un problema que quieres resolver o es un objetivo que te has fijado, como un deseo a cumplir.
Un problema de pareja dispara la necesidad de hacer algo: conversar, perdonar, negociar, resolver, terminar, buscar ayuda…
Un problema de salud puede disparar la necesidad de tomar decisiones: cambio en la alimentación, elección de tratamientos médicos, incluir algo de ejercicio en la rutina diaria…
El deseo de irte de vacaciones disparará la necesidad de elegir: cuándo, dónde, cómo, con quién…
Segunda. Inmediatamente después de darte cuenta de esa “situación inicial” tu mente comienza a recabar información acerca de las posibles respuestas a dar.
Esta información son recuerdos que tengas sobre situaciones similares, datos que haya guardado de conversaciones, lecturas o noticias, por ejemplo; posibles opciones que tienes, posibles resultados de cada una de las opciones, recursos a invertir; el escenario menos malo, el mejor escenario, el peor escenario, etc.
Con ello empieza a elaborar una lista de alternativas a la vez que va descartando las que le parecen imposibles, o cuyos resultados no son deseados, o cuyos costes no se quieren asumir.
Mientras crea y descarta alternativas se va conformando una lista definitiva de diferentes opciones que pueden ser respuestas diametralmente opuestas o versiones de una misma.
Tercera. El filtro va dando resultado y comienza a resonar con mayor fuerza una de las opciones. Hemos descartado ya muchas de ellas, algunas puede que sean retomadas después, pero puede decirse que La Decisión ya está tomada.
A menudo tenemos la sensación de que debemos “pulir” la idea, buscar más información, comentarlo con nuestros seres queridos, valorar a fondo la inversión a realizar, corroborar que los datos de los que disponemos son ciertos, etc.
Cuarta. La decisión está finalmente tomada, pero continuamos con la sensación de que hay que darle más vueltas. En este punto a menudo nos atrapa el miedo a fallar, a que el resultado no sea el esperado o a no poder lograrlo.
Valoramos riesgos, costes y beneficios de esa decisión que hemos tomado, pero ya no en busca de información que nos ayude a elegir, sino en busca de alguna fisura, grieta o excusa que nos invite a volver a la segunda fase.
Muy a menudo, el miedo que tenemos en este punto nos atrapa y ya no nos soltará hasta que estemos en marcha y veamos que la decisión, buena o mala, ya se está ejecutando sin mayores inconvenientes.
Quinta. Decisión tomada. Una parte de nosotros quiere seguir buscando información, quiere darle otra vuelta, quiere preguntar dudas, pedir una tercera, cuarta o quinta opinión; pero en el fondo sabemos que la elección está hecha.
Sexta. Por último, puedes identificar el miedo a entrar en acción porque, pese a que ya sabes lo que quieres hacer, continúas pensando que hay una decisión que tomar.
El “miedo a hacerlo mal” se disfraza de indecisión y te mete en un bucle infinito de la segunda a la quinta fase.
¿Cómo le pongo fin a ese bucle?
A menudo le ponemos fin al bucle nosotros mismos y sin ayuda cuando “ya no podemos más”, hemos “tocado fondo”, la situación “es insostenible” o sentimos que “ya no tenemos nada que perder”.
Como te comentaba, llegado este punto es muy probable que la decisión sea no tomar decisión alguna, es decir, no hacer nada. Todo se ha vuelto tan oscuro y tan complejo en torno al problema a resolver que es más fácil quedarte con el problema encima que intentar salir de él.
La ventaja de “mandarlo todo a la m@#x&” es que no te tienes que enfrentar a tomar la decisión en el momento, cosa que, como ya has visto, puede no ser fácil.
La desventaja es que el “problema” a resolver o el “deseo” a cumplir van a seguir ahí y volverán a activar la necesidad de “hacer algo” pasado un tiempo.
Si no quieres que esto te pase, puedes pedirle al bucle que se detenga por unos días y así tendrás algo de tiempo y espacio para poder analizar en qué punto te encuentras, por qué persiste la indecisión, a qué tienes miedo y cómo puedes abrazarlo.
“¿Para qué quiero abrazar al miedo?”
Abrazar tus miedos te permitirá avanzar pese a que ellos estén presentes, podrás agradecerles su trabajo –realizan una importantísima función- y podrás seguir funcionando utilizando los conceptos que te presento a continuación.
Aspectos clave en la toma de decisiones.
En la toma de decisiones entran en juego muchos conceptos que conviene conocer. Palabras que puedes incluir en tu vocabulario, que puedes integrar en tus esquemas y que te ayudarán a entender mejor cómo funcionas y en qué punto te encuentras.
De este modo, tomar decisiones será algo más fácil, la experiencia será más liviana y, aunque no le restará complejidad al asunto, ganarás tiempo y energía.
No se trata de tomar decisiones rápidamente, se trata de invertir el tiempo que sea necesario, ni más, ni menos; sin caer en bucles, actuando desde el amor y con el autocuidado por bandera.
Empecemos por los tres principios del coaching, que además de ser piezas claves en los procesos –sea lo que sea aquello que se está trabajando-, juegan también un papel importantísimo en la toma de decisiones.
Consciencia.
Consciencia es ese darte cuenta que te permite ver la realidad desde un lugar nuevo. Es la capacidad de observar lo que ocurre dentro y fuera de ti, de ver su relación y ver también cómo te relacionas tú con ello.
Consciencia es también la capacidad de discernir entre los hechos y las interpretaciones, entre los pensamientos y las emociones, entre el impulso y lo que quieres realmente hacer.
Consciencia es lo que te permite ver la situación a resolver desde “fuera de la foto”, ver más allá de lo que aparece a simple vista, entrever implicaciones, empatizar con los otros agentes y recabar toda la información posible de manera objetiva.
Responsabilidad.
Para poder tomar una decisión, por insignificante que ésta parezca, vas a tener que hacerte responsable de tu situación y entender que los hilos los mueves tú.
La realidad ha podido darte algún revolcón, quizás lleva un tiempo poniéndotelo demasiado difícil, pero créeme: tienes la última palabra. De hecho, como mínimo, tienes la siguiente palabra.
Hacerte responsable no es un proceso fácil. Quizás llevas un tiempo dejándote llevar por la corriente, utilizando el victimismo para evitar el trabajo que supondrá coger las riendas de tu vida, postergando el mirar a la dificultad a la cara o simplemente “sufriendo” todo lo que “te pasa”.
Ser responsable va a requerir de ti algo de valentía, trabajo y disposición a salir de esa zona de confort tan confortable.
Ser responsable implica asumir riesgos, saber que te puedes equivocar.
Ser responsable supone enfrentarte al miedo.
Ser responsable permite dejar de sentir que las cosas te pasan y empezar a ser quien hace que las cosas pasen.
Autoconfianza.
Según algún autor, el principio del coaching referido a este punto sería la autocreencia. Creer en ti mismo.
Personalmente, prefiero hablar de autoconfianza que, además de implicar que crees en ti, supone también que confías en las grandes cosas que puedes lograr –entre ellas la adaptación a las nuevas situaciones y a los resultados no deseados que puede conllevar una decisión tomada-.
Necesitarás autoconfianza porque ésta te permitirá enfrentarte al miedo a fallar, al miedo a que sea “peor el remedio que la enfermedad” o a las dificultades derivadas de la decisión que tomes.
A veces no es el fracaso lo que nos aterra, sino el éxito y todo el trabajo, la responsabilidad y la exposición que ello conlleva.
Confiar en ti implica que “sabes” que podrás adaptarte, que sabrás responder en cada momento y que pase lo que pase estarás contigo.
Piensa en la decisión que quieres tomar, tráela a tu mente. ¿Confías en ti?
Otros conceptos que conviene que sepas.
Además de estos tres principios que, en mi opinión, tienen un papel protagonista en la toma de decisiones, hay otros conceptos muy relacionados con el tema:
+ Incertidumbre.
+ Control.
+ Soltar.
+ Aceptación.
+ Confianza.
+ Inteligencia.
+ Humildad.
+ Intuición/sentir.
+ Factores relacionados con la decisión: tiempo, dinero, energía…
+ Coste/beneficio.
+ Miedo.
+ Fallar, fracasar, errar.
+ Sacrificio.
Y ahora que has leído esto…
¿QUÉ VAS A HACER?
SOY ISABEL CASTRO, RESIDENTE EN VIGO. ME HA PARECIDO MUY BUENO TODO LO QUE ME HAS TRANSMITIDO. YO PASO AHORA POR UN MOMENTO DIFICIL, Y ME HE VISTO REFLEJADA EN TUS COMENTARIOS.
UN ABRAZO
¡Hola Isabel! Lamento leer que estás pasando por un momento difícil, espero que esta lectura te haya ofrecido algo de luz para tus próximos pasos. Te abrazo fuerte. Ale