Hay una especie de terror general al conformismo que, si bien me parece increíblemente positivo para el desarrollo personal, espiritual y profesional de las personas, no termino de comprender del todo. No sé si se debe a la obsesión que la sociedad nos crea por mejorar o, mejor dicho, por ser mejores que los demás; o si se debe a la necesidad natural del ser humano de evolucionar, pero lo cierto es que el conformismo y la mediocridad han llegado a ser algo innombrable, como satánico.
El miedo atroz que provoca el conformismo, y su correspondiente estancamiento, nos bloquea el discernimiento y entorpece nuestra capacidad de razonar y diferenciarlo de conceptos como aceptar y fluir. Vale, puede que no sea la más fácil de las distinciones, pero la diferencia, de verdad, es como del cielo a la Tierra.
A propósito de la diferencia entre el cielo y la Tierra, ¿cuál es la línea que los separa? ¿Cómo de nítida la percibes? ¿Se te oculta tras la jungla de cristal? La diferencia entre Cielo y Tierra es abismal, pero la línea que los separa es ínfima; así ocurre con el conformismo y la aceptación, no tienen nada que ver, pero sus fronteras son etéreas, nunca mejor dicho.
Cuando te pido que aceptes tu situación, mi intención es que puedas observarla en paz, aunque no te guste, aunque no la quieras, pero que puedas detener tu vida por un segundo y observar aquello que está ocurriendo desde la perspectiva más alejada que quepa en ti. Desde la objetividad, si se quiere. Nunca, nunca, nunca, nunca te pediré que aceptes tu situación y permanezcas en ella si no te gusta, solo te pediré que la aceptes.
La acción posterior a la aceptación es cosa tuya, es tu responsabilidad, es tu decisión, es aquello que puedes hacer por ti en ese momento.
Después de aceptar todo es más fácil, tu mente no está enredada en luchas contra aquello que no le gusta, tu cuerpo no tiene que cocinarse en su propio estrés y tu espíritu queda abierto, con confianza, a la vida y a las oportunidades que te traiga.
Cuando una situación nos desagrada, no estamos a gusto, no nos parece justa y no queremos continuar ahí, la única forma de trabajar con ahínco y con una motivación inagotable es haciéndolo desde el amor. Ya lo cuento en Slow Life, el amor es una fuente nutritiva y eterna de motivación, lo que ocurre es que no es tan fácil que funcione como lo hace el odio.
Cuando odiamos queremos salir corriendo de eso que no nos gusta, imagina odiar tu trabajo. ¡Qué fácil y qué eficaz es el mecanismo del odio! Inmediatamente te pones a buscar un nuevo empleo, el impulso es incontenible. Puedes llegar a hacerlo compulsivamente, como una obsesión, ¡imagina la cantidad de emails que puedes enviar con ese estado de ánimo! Pero imagina también el desorden, el estrés y el agotamiento físico y mental que eso te puede producir. ¿Cuánto tiempo aguantarás buscando trabajo a ese ritmo? ¿Cuánto tiempo podrás permanecer odiando sin que eso afecte a tu calidad de vida?
Ahí es donde entra la magia de aceptar, en perdonarse y perdonar a aquél o aquello que nos ha dañado, en aceptar que la situación no es como nos gustaría y atraer a nosotros una sensación de paz que nos ayude a trabajar desde el amor. «Pero Ale, si odio mi trabajo ¿cómo voy a amarlo?» No, no tienes que amar tu trabajo si no te gusta, pero sería bueno que retirases tu atención de las cosas que no te gustan y la depositaras en aquellas que sí. Tras esto concéntrate en amarte a ti, amar tu vida y desear un cambio de trabajo, la paz y el amor te ayudarán a establecer, con orden, una rutina viable que te saque de ese lugar y te lleve a otro nuevo (quizás mejor o quizás peor, pero diferente, que es lo que quieres).
Esto no es la famosa Ley de la Atracción. Cada vez que una guiada me pregunta por ese tema me salen arrugas. Esto no es, deséalo con todas tus fuerzas y quédate sentada a que ocurra porque ocurrirá, esto es un deséalo con todas tus fuerzas, organízate, trabaja duro y quizás ocurra. Si no ocurre, de nuevo aceptación; si ocurre, ¡fiesta!
Recuerda: acepta y trabaja, en ese orden; no hay nada mejor que estar en paz con la base desde la que se parte.
Good vibes!
Genia, eres una genial genial!!!!
¡Gracias!
Que difícil es aceptar, sobre todo cuando haz puesto tantas expectativas y trabajo y las cosas no salen como esperas. Pero sin duda, es la mejor opción, pues sentir que no te gusta y estar inmerso en una situación desagradable y aparte seguir llenando tu alma con esos sentimientos, sólo empeora la situación y no te deja pensar. Muchas Gracias aleja.
¡Así es! Como los describes, a nadie le gusta estar en un lugar que no le agrada, pero si, además de eso, añadimos peso… ¡La confusión y oscuridad se pueden volver insoportables! ¡Un abrazo!
El mejor consejo que se puede dar. ¡Qué difícil es aceptar, Alejandra! porque el ego asoma siempre la cabeza y nos reta. Cuando aceptamos entramos en un estado mucho más placentero, al menos eso creo yo, porque no luchamos , porque odiar y estar resentidos con el jefe, con el casero, con tu amigo que te la ha jugado, con tu pareja, etc. es AGOTADOR. Si todo lo hiciéramos con más amor, otro gallo nos cantaría. Me ha encantado tu artículo y tu reflexión. No es nada fácil pero hay que intentar vivir en paz con nosotros mismos para aceptar y seguir evolucionando hacia el propósito que queramos lo consigamos o no. NAMASTE!!! y gracias siempre por tus palabras.
«Agotador», así es exactamente como siente estar permanentemente en guerra con el mundo. Aceptar es el acto de amor más primario que podemos tener en cualquier tipo de situación, ese y confiar en que el Cosmos cuidará de nosotros. ¡Un abrazo!
Querida Ale este post me llega como anillo al dedo! en un momento de mi vida en el que no sabía cómo lidiar con unas cosas con las que me estaba yendo mal. Aprender a aceptar sin odiar lo que me está sucediendo es algo así como… Sanador para mi alma.
Me encantan tus post. Te sigo desde Argentina. Besotes
Silvana, querida, ¡cuánto me alegra leer que mis palabras te llegan para sanar! Lidiar a veces es inevitable, pero una cosa es llevarlo a cabo como una gestión, como una respuesta que debemos darle a la realidad, y otra muy diferente es montar un campo de batalla y levantarnos cada mañana con ánimo de ir a la guerra. ¡Gracias por tus palabras! ¡Un abrazo!